La vida es un complejo de lo que nosotros entendemos por realidad (lo físico, lo corpóreo, lo visible) entrelazado con el plano espiritual (las emociones, los ideales, los pensamientos, las energías). Es un todo, no se puede escindir una parte de la otra. Estamos inmersos en esta totalidad y constantemente buscando el punto justo de equilibrio.
Las circunstancias que he vivido recientemente en este plano físico me han hecho pisar fuerte y firme sobre el suelo. Por eso escribo estas líneas, con la intención de dejar de caminar sobre el éter y escribir algo concreto sobre mi situación. Y a su vez, tratando de comprender cuál es el aprendizaje de todo esto.
Hace unos meses tuve un accidente de auto. Afortunadamente no tuve lesiones agudas, pero sí quedé afectada por lo que llaman el síndrome de latigazo que es el movimiento de rebote que hace la columna por el efecto del impacto. Definitivamente fue un latigazo que me reacomodó las estructuras.
Perdí varias cosas como consecuencia del accidente: por un tiempo me costaba mantener el equilibrio por los intensos mareos, perdí una materia de la facultad, perdí la posibilidad de un viaje soñado a Europa y gané una linda depre.
Eso no fue todo lo que gané. La balanza se empezó a inclinar por el lado de las prioridades. Cambió el mapa y mi salud empezó a ocupar los primeros puestos. Cada vez ascendió más hasta ubicarse en la cima de la pirámide. Entonces no hubo más gastos en mi salud, sino inversiones. No quería dejar que la situación me llevara, por eso me decidí a buscar ayuda. Yo, la autosuficiente, buscó ayuda. Claro que no grité a los cuatro vientos, no fue fácil. Había algo en el fondo de la cuestión que estaba jodiendo. Algo que pensé que resolvería el tiempo, hasta que advertí que si yo quería que las cosas cambiaran, era yo la que tenía que actuar. El tiempo me ayudaría a procesar los cambios, pero era mi responsabilidad modificar el estado de las cosas.
Entonces me llamé a reflexión. Otra vez busqué ayuda, consejos, información. Yo era la única que podía decidir, nadie iba a hacerlo por mí.
Rodeada de miedos y tembleques, asumí lo que había vivido y decidí contar mi verdad. Era lo único que iba a darme la paz que tanto necesitaba, que había perdido desde el día en que callé lo que había vivido. Disculpen si genero intriga con todo este palabrerío, pero no me es fácil decir que tuve la desgracia de haber sido acosada sexualmente. Las cartas están echadas y hoy sé que hice lo correcto al no callarme y dejar que esto se repita con otra mujer.
La respuesta a mi denuncia no se hizo esperar, y a cambio recibí un telegrama de despido. Hoy puedo decir que tuve la fortuna de haberlo recibido, porque he encontrado un nuevo trabajo, justo a mi medida y que me dará muchas posibilidades de seguir creciendo.
Sin entrar en más detalles, quiero aprovechar este espacio para compartir con las mujeres y los hombres que viven situaciones hostiles en lo laboral y que por desconocimiento (como me pasó a mí) continúan trabajando a pesar de sentirse incómodas/os, alteradas/os, angustiadas/os.
Transcribo a continuación una información útil para que todas/os tengamos presentes en nuestras actividades.
Transcribo a continuación una información útil para que todas/os tengamos presentes en nuestras actividades.
Sino pudiese balancear Realidad y Espiritualidad, me hubiera sido imposible salir adelante. Gracias por ayudarme, por escucharme, por no juzgarme.
Según la OIT (ver Acoso sexual - Bibliografía), para que haya acoso sexual deben integrarse tres elementos: un comportamiento de carácter sexual, que no sea deseado y que la víctima lo perciba como un condicionante hostil para su trabajo, convirtiéndolo en algo humillante."El acoso sexual es cualquier tipo de acercamiento o presión de naturaleza sexual tanto física como verbal, no deseada por quien la sufre, que surge de la relación de empleo y que da por resultado un ambiente de trabajo hostil, un impedimento para hacer las tareas y/o un condicionamiento de las oportunidades de ocupación de la persona perseguida", define la abogada Carmen González
se determinaron cinco niveles de conductas de acoso sexual, para las que se tuvo en cuenta el tipo de interacción (verbal - no verbal), el contenido del mensaje (menos o más coercitivo) y la implicación o no de contacto físico:
Nivel 1) Acoso leve, verbal: chistes, piropos, conversaciones de contenido sexual.
Nivel 2) Acoso moderado, no verbal y sin contacto físico: Miradas, gestos lascivos, muecas.
Nivel 3) Acoso medio, fuerte verbal: Llamadas telefónicas y/o cartas, presiones para salir o invitaciones con intenciones sexuales.
Nivel 4) Acoso fuerte, con contacto físico: Manoseos, sujetar o acorralar.
Nivel 5) Acoso muy fuerte: Presiones tanto físicas como psíquicas para tener contactos íntimos.
El acoso sexual es una forma de violencia de género, intersección de la violencia sexual y la violencia laboral e institucional. Según María José Lubertino (ver Acoso sexual - Bibliografía), por un lado, el acoso sexual "fortalece el estereotipo y desequilibrio cultural del 'hombre' productor (dominante) y de la mujer 'reproductora' (sumisa), reduciendo a la mujer a objeto sexual y negándole el derecho de actuar en espacios considerados masculinos y, al mismo tiempo, absolviendo a los hombres de una mayor responsabilidad en el ámbito de la reproducción".
Consecuencias
El acoso sexual puede ocasionar que una mujer deje su empleo para no afrontar el problema, si bien debido a la actual crítica situación socioeconómica de la Argentina lo más probable es que calle y se someta para no perder su ingreso. Puede ser despedida o perder sus perspectivas de promoción por no haber accedido a las sugerencias que le fueron hechas. La mujer acosada tiene siempre una sensación de culpabilidad generada por la carga social y cultural que, ante estos hechos, ve a la mujer como una "provocadora". Las víctimas sufren de tensión nerviosa, irritabilidad y ansiedad, que a menudo pueden dar lugar a depresión, insomnios y otros trastornos psicosomáticos como jaquecas, problemas digestivos, cutáneos, etc. El acoso sexual dificulta el desempeño de las funciones y la satisfacción de llevarlas a cabo. Si la víctima informa del incidente o rechaza acceder, el acosador dispone muchas veces del poder de afectar sus condiciones de trabajo, oportunidades de formación o promoción y su seguridad en el empleo. Pero además, "el daño infringido a la mujer como consecuencia de hostigamiento sexual perjudica también a la compañía. Cuando una empleada se enferma o tiene problemas de concentración o cuando comete errores en el trabajo, la productividad baja y esto significa dinero", apunta Corine van der Vliet, de la Confederación Sindical de los Países Bajos
Fuente: Instituto Social y Político de la Mujer (http://www.ispm.org.ar/acososexual.htm)
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