Domingo al Sol

Sentadas al sol, compartiendo el ritual del mate, entrecruzando palabras y sonrisas, descubrimos un árbol tan inmenso y brillante cuya sombra lo cubrió todo alrededor. Las personas se volvieron diminutas bajo su protección, y el paisaje se volvió cuadro y nosotras sus artistas.

Sobre el paño el mate calentaba los corazones y Lau adivinaba mis pensamientos antes de pronunciar palabra alguna. Ahora descubro que la trampa estaba en el mate...aunque pensándolo bien, yo dejé de tomar mate cuando ella adivinó donde estaba mi saquito antes de encontrarlo.

A lo lejos la danza de capoeira guiada por la armonía de varios birimbau atraía los movimientos de cabeza y hombros de los visitantes. Un oboe se sentó a nuestro lado, y luego aparecieron dos cajones que se invitaron a la imporvisación. Al rato se sumó una trompeta introduciendo a Miles Davis en la tarde primaveral. La música inundaba el aire, la naturaleza contoneaba las hojas de los árboles, los pájaros se alborotaban y volaban dibujando cielos.

El seco sonido de los cajones retumbaba en el centro del pecho y salimos a su encuentro. Nuestras manos conversaron en figuras lineales y circulares, nuestras miradas se amigaron en las sonrisas. El aire entibió nuestras mejillas y nos encerró en una burbuja mágica. Sabíamos de las miradas pero no estábamos allí para intimidarnos.

La música se detuvo en el momento exacto. Tomé la flor que había embellecido mi cabello y la regalé a los músicos en agradecimiento por habernos liberado.